Llevo mucho (muchísimo) tiempo queriendo escribir sobre la Zamioculca. Una planta que en ocasiones pasa desapercibida y que es la mejor compañera en nuestra travesía de mataplantas.

Y como para ejemplo un botón, me voy a tomar la licencia de contaros una pequeña historia. Hace un par de años mi hermano me pidió un regalo original para su cumple: una planta para su despacho. Por lo visto estaba un “frío” y quería darle un toque más personal. El único requisito era que fuera una planta “fácil” de cuidar y que pudiera aguantar semanas sin riego (especialmente pensando en las vacaciones). Tras darle muchas vueltas me decidí por la Zamioculca. No logré encontrar una que me gustara: llena de hojas y de color verde oscuro, así que le regalé la mía, que sin duda era la Zamioculca más bonita que había visto hasta el momento (bendito karma, me recompensaría más adelante, pero eso ya es otra historia).
Bien, pues 3 años después, sus compañer@s de trabajo le siguen preguntando que si es de plástico: no pueden creerse que la zamioculca siga tan bonita. Incluso ha aguantado 3 meses de confinamiento y sigue como el primer día. Mi hermano aún hoy me sigue diciendo que la elección fue perfecta y que le parece un milagro.

La Zamioculca procede de las zonas más “tropicales” de África. Su apodo cariñoso es “ZZ” porque su nombre científico es “Zamioculca zamicifolia” (aunque yo habría agradecido algo más currado, la verdad).
Una de las fortalezas de la Zamiozulca es que es como una suculenta. Sus hojas, tallo y raíces pueden almacenar agua internamente, lo que facilita sus cuidados sobre todo a los olvidadizos.
Una vez hechas las presentaciones…¡al turrón!
- Luz: siempre que la protejas del sol directo, la Zamiozulca estará bien. De hecho, es una gran alternativa para los que no tenéis mucha luz en casa ¡resiste muchísimo!
- Agua: poca. De verdad. MUY POCA. En verano suelo regarla aproximadamente una vez al mes y en otoño e invierno probablemente una vez cada dos. Y por supuesto, siempre dejando que la tierra se seque entre riegoy riego.
- Temperatura: como buena planta tropical, prefiere las temperaturas templadas. En verano puede aguantar el calor pero en invierno procura que no baje de los 12-15ºC.
- Floración: aproximadamente en verano, la Zamiozulca puede regalarnos una pequeñas flores. Dicen que no tienen valor ornamental pero a mi me siguen haciendo ilusión.
- Fertilizante: aunque es resistente, la Zamiozulca agradecerá (y mucho) que te acuerdes de sus nutrientes. Intenta fertilizarla cada 2 o 3 semanas en primavera y verano y cada 2 meses aproximadamente en otoño e invierno.

Y como siempre, antes de acabar, un par de detalles más:
Las hojas de la Zamiozulca son tóxicas, por lo que te recomiendo que las pongas lejos de los peques y las mascotas.
Como te comentaba arriba, las raíces de la Zamioculca almacenan agua, así que son más gruesas de lo normal. Conforme la maceta se le quede pequeña, verás que empieza a deformarse ya que las raíces empezarán a apretar ¡es el momento de trasplantar! Procura usar un sustrato muy drenante, con base de tierra para cactus y por supuesto ¡maceta con agujeros y drenaje!
Si te apetece un vídeo sobre cómo propagar la Zamioculca, cuéntamelo en Instagram 😉
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